" Cuando uno sabe a dónde va nada puede interponerse entre su visión y su acción "



viernes, 27 de agosto de 2010

Marcela escribe (día 4)


Hay conmoción entre los mejicanos. Dos señoras de mi grupo y un periodista del diario local que nos acompaña, están muy tristes. Setenta y dos personas (migrantes ecuatorianos, brasileños,) fueron muertas por Los Zetas. El modus-operandi de esta agrupación es así de terrible: convocan, primero, a pertenecer a su cartel, si no hay respuestas sigue el secuestro y pedido de rescate, si nadie paga, la víctima va al paredón y es ejecutada. No hay distinciones: hombres, mujeres, niños, mueren fusilados. Decir tristeza no alcanza. ¿Horror, espanto? Tampoco, creo que no hay palabras.
Esto sucedió a 15 minutos de donde ahora estoy, donde se lucha por los derechos, por la vida, por la dignidad. Detrás del paredón, en medio de un gran despliegue de guardias, controles, camarógrafos, los migrantes hacen filas interminables. Impresionante, el contraste. Hoy vi esa imagen de película que no es de película… yo la vi.

La contracara: la esperanza, la solidaridad, el compromiso. También a 15´, en Challas, se desarrolla un programa de huerto comunitario para refugiados provenientes del rescate internacional. Distintos grupos étnicos (filipinos, coreanos, somalíes, mejicanos) son recibidos por Anita y Emy, dos ángeles que organizan a estas familias y van devolviéndoles sus usos y costumbres, les ofrecen tierras, asistencia técnica y profesional, salud, seguridad alimentaria y, básicamente, amor…

New Roots, es el “programa de jardín comunitario” (así lo llaman), donde cada familia tiene sembrada su parcela. La cuida, cultiva y cosecha lo que luego vende a sus vecinos. Con esto cubre su propio consumo. Con felicidad, vuelven a comer sus comidas típicas a partir de las semillas originarias de sus países que consiguen. Suelen hacer una mesa común, con otras “colectividades”, donde comparten e intercambian sus recetas. Es una forma de sentirse dignos, sin dudas.
Han aprendido a convivir con diferencias tan infranqueables como el idioma, desarrollando habilidades propias de abogados, o estrategias de políticos, para hablar con funcionarios municipales y conseguir más tierras para los que esperan…

Bueno, como ven, este fue un día dramático y esperanzador, a la vez. Con la atrocidad ahí, cerquita, y con la promesa al lado. Es una síntesis, pienso.

Voy a despedirme con algo ameno.
Cuando llegué me dieron un instructivo de la embajada, que sugería que me comprara un sombrero. Todavía no hice caso y ¡el solazo me está matando! Tomaré una “nieve”…

El regreso está cerca. Los quiero mucho.

Marcela, 27/8/10

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