" Cuando uno sabe a dónde va nada puede interponerse entre su visión y su acción "



viernes, 27 de agosto de 2010

Marcela -escribe ( 3)







Qué bien programado está esto! Era tan necesario cargar pilas con la primera conferencia… Porque, en realidad, las tres siguientes fueron tan reales, crueles, fuertes, ciertas… Lo bueno es que en todas queda el mensaje de que ¡son superables!

Primera enseñanza: DAR... PERO, ¿CÓMO DAR?
¿Será ir dando lo que uno quiere, pensando en lo que uno mismo querría para sí, o ir con la ayuda adecuada para cada necesidad? ¡Hay que pensar los programas poniéndose en los zapatos de los otros!

Segunda enseñanza: SE PUEDE, SIEMPRE SE PUEDE.


GABRIELA es Jueza Defensora de los Derechos Humanos. Estudió y se especializó en otro país, soportando discriminaciones por su color de piel, su idioma, y su preparación, entre otras cosas no menores, como ser mujer. Fue profesora universitaria y se destacó entre los hombres, cosa que “pagaría”: un día se rompió su auto y estuvo sin él 15 días. Una vez, uno de aquellos señores que se sintieron superados por esa mujer, solícito, le ofreció llevarla. La violó.
Superó el trance, con el tiempo. Se casó y nació su hija que, a los quince años, también fue violada. Siguió trabajando por bajos honorarios. Llegó, no obstante a ocupar cargos directivos con eficiencia. Le pidieron, entonces, que no hiciera público esto y que no exhibiera su título. Por supuesto cobraba menos que un hombre en igual función.

LILIA nació, creció y se desarrolló en una familia racista y opresora. A los 17 años la casaron (literalmente) y tuvo un hijo. Sabía, desde los doce años, que su inclinación sexual era lésbica. Se separó y se quedó con su hijo. Se unió, luego, a otras cuatro mujeres que padecían la misma problemática, la del aislamiento. Cuando se decidió a hablar, sólo a decir la verdad, fue inmediatamente apartada de su familia. No hubo más visitas de domingos a casa de sus padres, ni navidades compartidas.
Se unió, en consecuencia, a otros hombres y mujeres homosexuales y transexuales. Van, con organización y esfuerzo, por sus derechos.
Su hijo reconoce a su madre homosexual y a la persona a la que ella ama y respeta. Sabe que su papel no es pequeño en la lucha por hacer entender que esta normalidad sólo es diferente en sus preferencias sexuales.
Con once años “educa” a sus maestros: ya no es posible enviar notas para que vuelvan firmadas por mamá y papá. Deberán dirigirse, ahora, a los adultos de la casa.


Promediando mi participación, estoy impresionada, dolida, satisfecha, sorprendida, feliz… y, físicamente, un poco cansada (esto mejora cada mañana, con desayunos tan buenos…)
Quiero volver pero también quedarme. Estoy incorporando mucho conocimiento de la realidad de estos temas. Espero poder transmitirlos con realismo.
Esto sigue, el ritmo no decae. Sigo…

Besos y abrazos para todos. Nos vemos pronto.


Marcela, 26/8/10

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