" Cuando uno sabe a dónde va nada puede interponerse entre su visión y su acción "



miércoles, 1 de diciembre de 2010

1 de diciembre NO a la discriminación de las personas VIH SIDA



La epidemia del Sida en la escena pública: hacia una transformación de las pautas socio culturales




Existe un creciente número de mujeres infectadas por VIH. Las mujeres con VIH tienen mucho en común con los hombres afectados por VIH, pero también existen aspectos que solamente afectan a las mujeres. Por ejemplo, los síntomas más comunes de infección temprana en las mujeres son los trastornos ginecológicos.Antes, a las mujeres no se les consideraba en peligro de contraer el VIH/Sida, y por lo tanto no eran contempladas en los programas de prevención y tratamientos. La prensa y los medios de comunicación han hablado mucho del hecho de que las mujeres con Sida se mueren más rápido que los hombres. Pero la mujer no desarrolla la enfermedad y fallece más rápido que el hombre con VIH/Sida necesariamente. Lo que pasa es que años atrás había un período más corto entre el diagnóstico y la muerte porque a las mujeres las diagnosticaban mucho más tarde que a los hombres y usualmente recibían menos servicios médicos.Además, las mujeres tienden a dedicarse, o verse o sentirse obligadas, a cuidar a los demás, de forma que con frecuencia se ocupan de cuidar a sus novios, niños, trabajos, casas, etc. y no buscan cuidado médico hasta que sus síntomas son extremos.Una vez que se han informado sobre el sexo con protección, las mujeres en general (al igual que muchos hombres) se enfrentan al problema de cómo practicarlo, pues muchas no tienen la libertad de hacerlo. Las mujeres que dependen de otras personas para su alimentación, casa y sustento quizá corran riesgos si insisten en practicar el sexo con protección. También aquellas mujeres que son emocionalmente dependientes de sus parejas, quizá teman ser rechazadas por la misma razón. La violencia en las calles y en el hogar juega un papel muy importante, al limitar los derechos de la mujer sobre su vida sexual. Por otro lado, para las mujeres pobres quizá sea muy caro comprar los medios necesarios.Asuntos culturales como la religión, los modelos sociales impuestos y el punto de vista ampliamente aceptado de que las decisiones sobre sexo con protección son de los hombres, también tienen un fuerte impacto. Las malas condiciones de vida, las dificultades para lograr un acceso fluido a los sistemas de salud y las carencias educativas de gran parte de la población, favorecen el crecimiento incesante de la epidemia.Las construcciones culturales que estigmatizaron a las personas con sida ocultaron el papel que juegan fuerzas estructurales mayores, globales y locales, en generar riesgo. Estas fuerzas incluyen pobreza, racismo, inequidad de género y violencia.Claramente, las mujeres pobres de todo el mundo no comparten una historia cultural particular, una raza o una etnicidad; comparten la pobreza y su inequidad respecto a los hombres. La pobreza y la inequidad de género generan riesgo al limitar el acceso al cuidado de la salud, posibilitar la violencia doméstica.La pobreza de las mujeres y su estatus comparado con el de los hombres incrementa su vulnerabilidad al VIH. La carencia de tecnologías preventivas (como los microbicidas) para el sexo femenino también limitan su capacidad de acción en los encuentros sexuales.Prevenir la diseminación del sida requiere prevenir su diseminación en las mujeres. Es urgente el desarrollo de tecnologías de prevención que puedan ser controladas por mujeres. Dado que la pobreza y la inequidad de género son importantes factores en la pandemia del sida, prevenirlo también requiere reconocer y redireccionar las fuerzas globales y locales que determinan las inequidades sociales y económicas.Una persona con VIH/SIDA, que se ha infectado por vía sexual, puede tener que enfrentarse a la necesidad de revelar, no sólo su enfermedad, que está muy estigmatizada, sino también a descubrir aspectos de su sexualidad que pueden ser socialmente inaceptados, como la homo o la bisexualidad, o bien el encontrarse involucrada en prácticas de riesgo que son consideradas inadecuadas y aun denigrantes, como tener diversas parejas sexuales o ejercer el trabajo sexual. Inclusive si no ha sido infectada por la vía sexual, puede sentirse obligada a justificar su vida intima, que a partir de ese momento se encontrará bajo sospecha.Las mujeres heterosexuales que generalmente encuentran que su deseo sexual difícilmente puede ser expresado abiertamente, si se saben viviendo con VIH y asumen la necesidad de utilizar el condón, solicitando ésto a su pareja, se encuentran con una gran resistencia y/o desconocimiento de esa práctica, y si expresan su situación de seropositividad, se enfrentan al rechazo de su pareja y pierden la oportunidad del ejercicio de su sexualidad, encontrándose con estigmas y deterioro de su autoimagen que necesariamente repercuten negativamente en ellas.En primer lugar tenemos que entender que la sexualidad es algo positivo, que hace agradables nuestras vidas. Por lo tanto, lo primero para ejercer nuestra sexualidad como una oportunidad de placer y bienestar, es asumir que nuestro cuerpo y nuestros deseos sexuales son digno motivo de alegría y no una manifestación de pecado o un motivo de castigo.Nuestra sexualidad tiene componentes biológicos, psicológicos, sociales y espirituales. En especial los elementos sociales van construyendo nuestra sexualidad de acuerdo a las normas que en nuestra sociedad aprueban determinados comportamientos y rechazan otros. Estas normas y valores los vamos incorporando desde que aprendemos el lenguaje. Lo cual hacemos de forma acrítica, hasta que en algún momento de nuestras vidas descubrimos que hemos venido repitiendo frases y conceptos que posiblemente no corresponden a nuestra realidad personal y nos limitan y hacen sentir culpables.Frecuentemente encontramos que las normas sociales no se ajustan a las necesidades de las personas concretas, son por tanto reglas que no tienen sentido.Cuando una persona tiene necesidades y comportamientos sexuales que no se ajustan a las normas sociales, puede sentirse obligada a actuar de manera no auténtica, lo cual genera en ella culpa y ansiedad, lo que además la predispone a disminuir sus defensas inmunológicas.En lugar de aceptar el VIH/sida como la suerte de las mujeres, la suerte de las personas con sexualidades no normativas o la suerte de los pobres, desde la comunidad en que vivimos debemos demandar que las condiciones de vida de todos y todas sean mejoradas a través de efectivas estrategias médicas, sociales, económicas, políticas y legales que logren un cambio.


Marcela Pastore

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