Cada vez que aparece un nuevo femicidio, con la
indignación llegan las preguntas. Junto a la desesperación se me presentan los
cuestionamientos.
Por qué no hay resultados, con todo lo que
hacemos?
Qué pasa, que a pesar de todo hay “una menos” cada
día?
Sirven las charlas, los seminarios que organizamos
para prevenir los crímenes?
Cómo hago para evitar mi propio desaliento y el de
quienes me acompañan en la lucha?
Crecieron los femicidios después de la
concentración de “ni una menos”?
No será que la noticia, que luego de ser dada
y repetida hasta el hartazgo para saciar al morbo comprador, hace que “nos
parezca” que mataron a muchas más mujeres que a la de la crónica?
No se crea una sensación, de este modo, de
que el número de asesinatos se agranda hasta el infinito?
Pienso, entonces.
Es imposible saber cuántos femicidios no
se han cometido gracias a las charlas y a los seminarios. De esto no se
han enterado ni las que en otro tiempo, a lo mejor, hubieran sido víctimas
seguras.
Por cuánto deberíamos multiplicar estas
muertes si no trabajáramos como lo hacemos?
Son datos que, lógicamente, no existen.
No intento minimizar, obviamente, la
brutalidad. Digo con ustedes: #NI UNA MENOS.
Tampoco, intento resaltar el trabajo de
aquellas personas que hacen cada día una acción, para evitarlo. Ellas no
esperan reconocimientos especiales.
Son militantes y, como tales, son entrega pura.
Sí aseguro que el esfuerzo no es en vano y
que no flaqueará aunque a veces, como humanos que somos, nos llenemos de
dudas.
Finalmente, la convicción vence: esta es
nuestra tarea, seguir adelante con la bandera “ni una menos”.
De todos modos, se supone que luego de enterarme de
cada crimen debería proponer alguna acción para, si no revertir, al menos
paliar esta “actualidad” de tantos años.
Creo que desde todos los lugares desde donde
se lleva adelante esta lucha tan desigual, tan despareja, hemos sugerido todo,
o casi todo.
Me pregunto si, comprobada la falta de
respuesta de las autoridades, vale la pena insistir con el método.
Esta vez, me niego a quedarme en la
declamación de las posibles soluciones conocidas.
Está claro que el fiel de esta balanza se
tuerce con un justo presupuesto para abastecer el funcionamiento de una inmensa
maquinaria que integran administrativos, operadores y profesionales de
todas las disciplinas imaginables.
Tan claro como que quienes deben tomar la decisión
de aportarlo lo saben.
Tanto como que, de todos modos, eligen invertir en
otras actividades, cosa que no juzgo, por supuesto.
Pero es escaso el dinero asignado. Es claro
que falta.
Me resulta difícil imaginar algo más importante que
evitar la muerte de personas a manos de otras personas por cuestiones de
género.
Hay referentes indiscutibles que avalan lo que
sostengo. Marcela Lagarde es una de ellos.
Ella es una de las académicas feministas más
reconocidas de México. Etnóloga y Doctora en Antropología, trascendió las
fronteras de su país.
En 2007, en una visita a la Argentina, dijo cosas
de lamentable vigencia.
“El feminicidio es la expresión más
cruenta de la violencia de género”.
“Es un problema de la convivencia de género”.
“Donde hay crímenes hay otras formas de violencia
contra las mujeres que están presentes en la vida social de forma constante y
tolerada socialmente”.
En aquel año, en su país, el 65 por ciento de
las niñas y mujeres asesinadas habían presentado denuncias de violencia.
“En México, usando el poder que tenía como
diputada, convoqué a las autoridades judiciales para explicarles qué pasaba en
el país: Fue la primera vez que tuvimos resultados de todo México”. “Investigué
desde 1998 hasta 2004”
“El patrón común es que las causas son de
violencia de género y no porque haya mafias detrás de las
muertes...”
“No creo en la hipótesis de que alguien ajeno
asesina mujeres, alguien perverso o con un cuadro psiquiátrico”.
“Hay excepciones, pero los asesinos son hombres
comunes, la mayor parte conocidos de las víctimas, parientes, esposos, novios,
ex esposos, padres, hermanos, vecinos, amistades familiares, o compañeros de
trabajo o escuela… …Algunas mujeres han sido víctimas de las mafias, pero son
un porcentaje chiquitito…”
“La discriminación contra las mujeres que prevalece
en nuestros países va acompañada por una gran desvalorización de las mujeres,
cosa que escuchamos pero ya ni oímos: se hacen chistes y comentarios sobre la
incapacidad de las mujeres, luego se toman algunas mujeres para cebarse sobre
ellas, y con eso se alimenta la misoginia contra todas. Pero no es sólo la
misoginia, sino el lugar de colocación de las mujeres en la sociedad lo que se
junta con la misoginia y hace que las mujeres estén en riesgo de recibir violencia.
Incluso se acepta que haya un grado de violencia conyugal. Se habla de los
pleitos conyugales, “se pelearon”, se dice, pero no se analiza que hay una
desigualdad entre quienes se pelearon, que hay una relación de género, que hay
un poder. A los hombres además se les permite ser violentos, en rangos y grados
distintos. Las masculinidades prevalecientes todavía están cargadas de
violencia, que tiene que demostrarse a través de los deportes, las competencias
rudas, la política y ya en el ámbito de la delincuencia, a través de los
delitos. En todo este cuadro complejo de convivencia entre los géneros es donde
se gesta la violencia sobre todo de hombres contra mujeres. Eso también lo
confirmamos: la mayor parte de los crímenes son cometidos por hombres”
“Es muy probable que si se investiga del mismo modo
en Argentina, se encuentren cosas como las que yo encontré. Para mí era
inaudito pensar que en algunos estados que en México son considerados paraísos
maravillosos de calma y paz era donde más crímenes contra mujeres se cometían”.
(Fuente: Página12, 2007, María Carbajal)
Alguien puede decir que este drama puede seguir
esperando?
Esto es como pretender enfrentar a Al Capone
y a su mafia con un “Tramontina”… Qué quieren que les diga…
Marcela Pastore, 4 de abril de 2016
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