" Cuando uno sabe a dónde va nada puede interponerse entre su visión y su acción "



viernes, 9 de diciembre de 2011

Escribe Susana para Marcela



VIOLENCIA DE GÉNERO


Otra Mirada

El tema de la violencia de género nos atraviesa de maneras insospechadas aún en este siglo XXI. Basta pensar que en algunos países de oriente la mujer carece de los más mínimos derechos y el hombre puede mutilarla o matarla legítimamente ante la menor sospecha de infidelidad o ante la mínima “desobediencia” respecto de los mandatos masculinos. La mutilación del clítoris de las niñas en países africanos es aún hoy uno de los horrores que, no obstante las luchas por desarraigarlo, se sigue practicando.
En nuestra sociedad, aunque en apariencia no tan salvajes, son múltiples las formas de violencia ejercidas sobre las mujeres. Desde sutiles sometimientos cotidianos (humillaciones, desvalorización), pasando por la discriminación en diferentes ámbitos hasta llegar a la violencia física (violaciones, golpizas, secuestros y explotación sexual) que puede terminar con la muerte y de eso, dolorosamente, tenemos ejemplos a diario.
A este punto creo necesario hacer una distinción que me parece fundamental, entre sexo y género. El primero es la condición con la que se nace y que la determinan los caracteres sexuales predominantes: en ese sentido se es varón o mujer. El género, en cambio, lo constituyen el conjunto de características socialmente atribuidas a ambos sexos. Que el hombre es activo y la mujer pasiva, que él es pensante y ella emocional, que él dominante y ella sumisa y así siguiendo, son atributos achacados por una sociedad de sesgo patriarcal.
Durante siglos estas atribuciones de género han mutilado de diferentes formas a personas de ambos sexos, fundamentalmente a la mujer que ha visto coartadas sus ambiciones de construirse como persona activa ya sea en el ámbito empresarial, político o académico. Aún hoy debe pelear para ganar lugares que no sean sus roles de esposa, madre y ama (¿esclava?) de casa, con esfuerzos que el hombre no necesita malgastar, porque de hecho esos lugares le pertenecen. El hombre, que debe activamente realizarse y triunfar como macho activo y dominante en todos los campos, no puede llorar o sufrir por amor o es visto con cierta mirada recelosa cuando es gustoso de realizar tareas domésticas o artísticas.
Afortunadamente estas diferencias perpetuadas en el tiempo, están siendo superadas por muchas mujeres decididas y activas y por hombres más evolucionados (en sus pensamientos pero sobre todo en sus sentimientos). Primer y magnífico ejemplo las mujeres presidentas, y subrayo la a porque es un rol ejercido por una mujer. La nuestra en su segunda presidencia, y por enorme mayoría.
Mi médica es mi médica y no es médico. En este punto es clara la diferencia entre sexo y género. Al decir: “la presidente o la médico” se está reconociendo la diferencia de sexo pero se sigue insistiendo en que el género al que corresponde el rol sea masculino, como tradicionalmente lo fue.
Un gran porqué
Que un género tenga que someter al otro como sea, aún a costo de quitarle la vida, es algo que parece absolutamente desproporcionado, fuera de tiempo y de los avances del conocimiento.
El psicoanalista Sigmund Freud brillante investigador, fue sin embargo un exponente de su tiempo. Según Freud las mujeres padecen lo que él llamó la envidia del pene, son algo así como un macho defectuoso que desea tener lo que el verdadero macho tiene y que la niña desde pequeña, comparándose con los varones, descubre que le falta.
Por los años 30, una psicoanalista mujer (que mucho tuvo que pelear para estudiar medicina) llamada Karen Horney, afirmaba que si las mujeres envidian a los hombres no es precisamente por su pene sino por el poder que ellos detentan.
Además Karen Horney decía que en todo caso el hombre siente envidia del útero, de la capacidad femenina de gestar a los hijos en su vientre. Y aquí es dónde creo que reside uno de los grandes porqué de la violencia histórica hacia la mujer. Si no tiene útero, el hombre debe usar el de la mujer para tener descendencia y para asegurarse que esa descendencia sea de su sangre, debe someter a su mujer-útero, encerrarla, ella debe ser sólo suya como suyas son las tierras o el ganado.
Todo esto es ya historia en occidente… aunque no tanto.
En la clínica se observa en muchos hombres extrañas reacciones somáticas y emocionales durante el embarazo de su esposa, y celos por la relación de ella con el bebé en los primeros tiempos.
Hombres todavía jóvenes que aún afirman, muy convencidos, que los varones tienen “necesidades” distintas que las mujeres. Para ella, en cambio, (dicen) el amor es romance y están mucho más alejadas de lo instintivo (¿??!!!?!!). La prostitución y la trata de mujeres se apoyan en esta supuesta diferencia.
Y, lo más triste de todo esto es que son las mujeres las encargadas de trasmitir a sus hijos el machismo cuando le ordenan a la hija que ayude en la cocina mientras el papá y el hijo juegan con la play. O cuando siguen afirmando, junto con su marido, que el chico tiene que tener muchas experiencias sexuales pero la nena no, por favor!
La violencia de género comenzó hace mucho, está en la génesis de la sociedad patriarcal pero se sigue perpetuando porque hemos incorporado muy profundamente sus mandatos. Tanto, que en el ambiente psicoanalítico aún se habla de envidia del pene pero a la envidia masculina del útero no la nombra nadie. Y eso que entre los psicoanalistas en nuestro país hay mayoría de mujeres. Para pensarlo.
Lic. Susana Waldman

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