" Cuando uno sabe a dónde va nada puede interponerse entre su visión y su acción "



jueves, 2 de septiembre de 2010

ALGO DE LO TANTO QUE ME DEJÓ ESTE SEMINARIO

Quiero contarles algunas de las tantísimas cosas que he vivido en una semana que no voy a olvidar. Mi privilegiado paso por el Seminario de Mujeres Transformadoras de la Pobreza al Poder, San Diego, California, fue de una intensidad (en trabajo, emociones, aprendizaje, conmociones) que querría, de algún modo, transmitir.
Ya recibieron mis impresiones, cada día. Esta es una compaginación de aquellos envíos, con algún agregado, que trata de dar la continuidad de un relato único.


Transcurrido el primer día, supe de la seriedad del evento. Al cabo de aquella jornada, estuve segura de que las experiencias que proponía este encuentro serían interesantísimas. El cruce con periodistas de Guatemala, orfebres de Colombia, directoras de agencias de género de México, educadoras interculturales de Chile, fue constante

Un párrafo aparte, merecen las indígenas que por primera vez bajaban de las montañas (fue emotivo observar sus expresiones al ver una escalera mecánica) donde trabajan y dan poder a las mujeres de sus comunidades, limpian el cauce del río donde otros tiran sus desechos, abonan la tierra, siembran y cosechan de sus huertos para su propio consumo. Todo gratis, para la comunidad. Reciclan todo lo imaginable

Escuché a presidentas de fundaciones contar sus experiencias de brindar casa y luz a los hombres que trabajan el campo y permanecen meses lejos de sus familias, viviendo a la intemperie.
Se les enseñó a hacer casas de adobe, con placas solares que acumulan energía durante el día y así, en las noches, escuchan música o ven televisión.

Organizaciones No Gubernamentales que defienden a las comunidades indígenas, los derechos de la mujer, los de los niños, ocupan en un campus de la Universidad de San Diego "una ciudad" de edificios descomunales con salas súper equipadas con tecnología de última generación.

Resalto la calidez de los directivos del Instituto de las Américas. No dejaron de pensar, además, en nuestro esparcimiento. Quisieron que nos divirtiéramos, que no olvidáramos nuestra estadía. Nos llevaron pasear, a comer a restaurantes típicos, a shoppings.

Fuimos once “mujeres bravas”. Yo me sentí “osada” como nunca: busqué sin parar conocimiento, aprendizaje, mejores modos de ejecución, pensando cómo transmitirlo a mi regreso.

Otro lugar reservado: lo más pintoresco que vi ese primer día. Con su traje típico de falda tableada amarilla y verde-limón, blusa de raso de mangas abuchonadas verde-loro y con un humor envidiable, "Justa", una militante social famosísima en Bolivia, conduce un programa de tv promovida por la sociedad misma, por los grupos más vulnerables, para a ser la próxima presidenta de Bolivia en 2015. ¿Será? Yo (por si acaso), les contaba, ya la conozco. Y me conoce. Hasta intercambiamos chistes. Es muy pícara esta boliviana que no olvidaré.
Pasadas sólo 24 hs, ya me sentía totalmente a gusto. Me dijeron que se notaba.

El ritmo de vértigo empezó a sentirse el martes. Había dormido bien, luego de una primera noche donde el cambio de horario se hizo sentir.
El desayuno fue suculento pero rápido, la camioneta esperaba. ¡A estudiar...! se ha dicho.
Había unos animadores muy bien preparados que nos hicieron hacer un juego muy ingenioso para que todas recordemos cada nombre.

Ya llegados a destino, el primer tema a tratar fue: "negocios exitosos, el dinero y el poder". Tuvimos una conferencia, por skype, con una señora que, teniendo mucho dinero, se cansó de su trabajo habitual. Tomó, entonces, una carpa, una mochila y se fue a conocer las comunidades pobres en un recorrido que duró un año.
Contó sus sensaciones al descubrir a mujeres que llevan adelante sus hogares produciendo y vendiendo artesanías, por ejemplo.
También habló de otro grupo, más joven, que no tenía ni casas ni trabajo. Se organizaron, hicieron sus artesanías y la señora compró la primera producción a seis mujeres. Fueron treinta piezas. Al ver el dinero en sus manos, supieron que es posible: hoy 2000 mujeres son parte de una cooperativa que, además de subsistencia les ha dado dignidad y crecimiento de la autoestima, cosas invalorables. Ya piensan en invertir en servicios.
Las mujeres, casi naturalmente, son buenas administradoras. Con dinero y con la consideración de sí mismas crecida por los resultados,
empezaron a ocuparse de la atención de la salud. Desaparecieron las muertes post parto y los niños menores de seis meses ya no fueron víctimas fatales de enfermedades desconocidas que aparecían luego de los nacimientos.
La violencia ejercida por los maridos disminuyó y hasta se mostraron colaboradores en las tareas domésticas.
El gran protagonista de estos logros fue el dinero que las mujeres llevaron a sus casas. El que consigue la plata para mantener a la familia, es respetado. Antes, esto le correspondía al hombre solamente. De ahí su poder y su abuso del mismo.

Mi compañera Carmen, de México, hizo un relato conmovedor. Enseña lectura, promueve los libros y las bibliotecas a hijos de mujeres víctimas de la violencia y a hijos de ejecutados. Estaba triste porque le avisaron que uno de sus alumnos había sido secuestrado hacía tres días. Lloraba mucho, Carmen.

Aquel segundo día pasó dejándome una cantidad de cosas. Quedé agotada por el estudio y el trabajo… y de tanto ver cosas que no quería ver.
Escuché algo que excede a la palabra conmoción, por lo inimaginable de la situación que describe:

HAY QUE ATRAVESAR DOS MONTAÑAS: LA DE LA POBREZA
Y LA DE LA AFLUENCIA (LA DE LA GENTE QUE TIENE Y LE CUESTA DAR)”

Les comenté de mi admiración por lo bien programado estuvo el encuentro. Era tan necesario cargar pilas con la primera conferencia… Porque, en realidad, las tres siguientes fueron tan reales, crueles, fuertes, ciertas… Lo bueno es que en todas quedó el mensaje de que ¡son superables!

Primera enseñanza: DAR... PERO, ¿CÓMO DAR?
¿Será ir dando lo que uno quiere, pensando en lo que uno mismo querría para sí, o ir con la ayuda adecuada para cada necesidad? ¡Hay que pensar los programas poniéndose en los zapatos de los otros!

Segunda enseñanza: SE PUEDE, SIEMPRE SE PUEDE.
GABRIELA es Jueza Defensora de los Derechos Humanos. Estudió y se especializó en otro país, soportando discriminaciones por su color de piel, su idioma, y su preparación, entre otras cosas no menores, como ser mujer. Fue profesora universitaria y se destacó entre los hombres, cosa que “pagaría”: un día se rompió su auto y estuvo sin él 15 días. Una vez, uno de aquellos señores que se sintieron superados por esa mujer, solícito, le ofreció llevarla. La violó.
Superó el trance, con el tiempo. Se casó y nació su hija que, a los quince años, también fue violada. Siguió trabajando por bajos honorarios. Llegó, no obstante a ocupar cargos directivos con eficiencia. Le pidieron, entonces, que no hiciera público esto y que no exhibiera su título. Por supuesto cobraba menos que un hombre en igual función.

LILIA nació, creció y se desarrolló en una familia racista y opresora. A los 17 años la casaron (literalmente) y tuvo un hijo. Sabía, desde los doce años, que su inclinación sexual era lésbica. Se separó y se quedó con su hijo. Se unió, luego, a otras cuatro mujeres que padecían la misma problemática, la del aislamiento. Cuando se decidió a hablar, sólo a decir la verdad, fue inmediatamente apartada de su familia. No hubo más visitas de domingos a casa de sus padres, ni navidades compartidas.
Se unió, en consecuencia, a otros hombres y mujeres homosexuales y transexuales. Van, con organización y esfuerzo, por sus derechos.
Su hijo reconoce a su madre homosexual y a la persona a la que ella ama y respeta. Sabe que su papel no es pequeño en la lucha por hacer entender que esta normalidad sólo es diferente en sus preferencias sexuales.
Con once años “educa” a sus maestros: ya no es posible enviar notas para que vuelvan firmadas por mamá y papá. Deberán dirigirse, ahora, a los adultos de la casa.
Mi participación promediaba, ya estaba impresionada, dolida, satisfecha, sorprendida, feliz… y, físicamente, un poco cansada (esto mejoraba cada mañana, con desayunos tan buenos…)
Quería volver pero también quedarme. Estaba incorporando mucho conocimiento de la realidad de estos temas. Espero poder transmitirlos con realismo.

El jueves fue dramático. Había conmoción entre los mejicanos. Dos señoras de mi grupo y un periodista del diario local que nos acompañaba, estaban consternados. Setenta y dos personas (migrantes ecuatorianos, brasileños,) habían sido muertas por Los Zetas. El modus-operandi de esta agrupación es así de terrible: convocan, primero, a pertenecer a su cartel, si no hay respuestas sigue el secuestro y pedido de rescate, si nadie paga, la víctima va al paredón y es ejecutada. No hay distinciones: hombres, mujeres, niños, mueren fusilados. Decir tristeza no alcanza. ¿Horror, espanto? Tampoco, creo que no hay palabras.
Esto sucedió a 15 minutos de donde a estábamos, lugar donde se lucha por los derechos, por la vida, por la dignidad. Detrás del paredón, en medio de un gran despliegue de guardias, controles, camarógrafos, los migrantes hacían filas interminables. Impresionante, el contraste. Voy a acordarme de ese día en que vi esa imagen de película que no era de película… yo la vi.

Pegada, la contracara: la esperanza, la solidaridad, el compromiso. También a 15´, en Challas, se desarrolla un programa de huerto comunitario para refugiados provenientes del rescate internacional. Distintos grupos étnicos (filipinos, coreanos, somalíes, mejicanos) son recibidos por Anita y Emy, dos ángeles que organizan a estas familias y van devolviéndoles sus usos y costumbres, les ofrecen tierras, asistencia técnica y profesional, salud, seguridad alimentaria y, básicamente, amor…

New Roots, es el “programa de jardín comunitario” (así lo llaman), donde cada familia tiene sembrada su parcela. La cuida, cultiva y cosecha lo que luego vende a sus vecinos. Con esto cubre su propio consumo. Con felicidad, vuelven a comer sus comidas típicas a partir de las semillas originarias de sus países, que consiguen. Suelen hacer una mesa común, con otras “colectividades”, donde comparten e intercambian sus recetas. Es una forma de sentirse dignos, sin dudas.
Han aprendido a convivir con diferencias tan infranqueables como el idioma, desarrollando habilidades propias de abogados, o estrategias de políticos, para hablar con funcionarios municipales y conseguir más tierras para los que esperan…

Fue un día con drama y esperanza, a la vez. Con la atrocidad ahí, cerquita, y con la promesa al lado. Es una síntesis, pensé.

Algo risueño: Terminaba el 4º día y yo no había hecho caso al instructivo que nos dieron al llegar: “Cómprense un sombrero”. El solazo, me mataba.

Llegó el final, y con los finales, los balances. De este viaje, inolvidable, quedan hay huellas profundas e imborrables. Contrastes que me costó asimilar. Vi los dolores más grandes que una pueda imaginar y, como para confirmar aquello de que “la vida te quita y te da”, un ratito después, la luz prometedora.
Escuché increíbles relatos de mujeres que siguieron adelante luego de las perores experiencias. Fui testigo de lo que yo llamaría “la solidaridad en el estado más puro”, esa que hace compartir absolutamente todo, hasta el sufrimiento.
Conocí a mujeres que estarán conmigo mientras viva, aunque no vuelva a verlas. Me han enseñado tanto…

En un marco como el que he descripto, no puedo decir que fue “grata” mi estadía en San Diego. Claro, no fui una turista. Sí digo que la experiencia alcanzó largamente mis expectativas. Volví plena, repleta de cosas para transmitir a los míos. Ojalá que pueda hacerlo con claridad porque, recién entonces, habrá acabado este viaje.

Como decía, llegó este viernes de despedidas con lágrimas y deseos fervientes de futuros encuentros, si bien íntimamente todas sabemos que es difícil que volvamos a vernos. Pero nos decimos “hasta luego”, es nuestra defensa ante las emociones fuertes.
Hemos sido doce mujeres lideresas. Con problemáticas, luchas y realidades diferentes, pero idénticas, igualitas, en los sueños. Pero decididas a que esos sueños se hagan realidades.

Cada cual volvió a su país empoderada para conseguir, definitivamente,
la transformación, la dignificación, la justicia social, la felicidad que hoy no tenemos todas las mujeres. Para referirme a esto no se me ocurre otra palabra que INACEPTABLE.

Ya en casa, quiero encontrarme con todos. Compartir todo lo que traje.
Ha pasado una semana… Una eternidad…


Marcela, 1/9/10

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