" Cuando uno sabe a dónde va nada puede interponerse entre su visión y su acción "



miércoles, 6 de mayo de 2009

!!! Abuelas Esclavas !!!!!

La titular del Consejo Municipal de La Mujer el domingo pasado en el programa de Marta Albanese " La estación del amor "( radio Rivadavia ) se refirió a un nuevo maltrato familiar que sufre la mujer adulta.

-- En el siglo XXl crece aceleradamente un fenómeno " abuelas esclavas" ,que afecta a mujeres entre los 35 y 70 años con responsabilidades de "ama de casa".,mama y papa trabajan todo el día ,temen dejar a los niños con niñeras y o guarderías .
No saben decir que " NO" al cuidado de sus nietos y,ese rol que al principio fue placentero termina siendo una carga con el paso del tiempo,porque ven postergado continuar con algún curso,continuar con la carrera que quedo inconclusa o simplemente caminar por las calles en un día de sol
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1 comentario:

Anónimo dijo...

Le adjunto un RESUMEN DE LOS PRINCIPALES ASPECTOS DEL SINDROME DE LA ABUELA ESCLAVA, seleccionado como RESPUESTAS A VARIAS ENCUESTAS PERIODÍSTICAS.
Espero le sea de utilidad.
Atentamente
Dr Antonio Guijarro Morales
Granada – España

Perfil psicológico y social:
Las primeras abuelas esclavas crecieron en años de posguerra y hambre. Fueron niñas buenas y obedientes, recatadas y primorosas. Se ejercitaron en trabajar y obedecer, sin rechistar, para no empeorar las cosas.
Siendo adolescentes no les enseñaron casi nada, pero les inculcaron un excesivo sentido del orden, la responsabilidad, la dignidad y el pudor.
Posteriormente son amas de casa con responsabilidades familiares asumidas voluntariamente y con agrado durante muchos años, hasta que llega un momento en que las tareas cotidianas les sobrecargan inadecuadamente, llegando a extenuarles. Pero no se quejan.
Son mujeres entregadas en cuerpo y alma a la familia. Durante años han asumido como propio un trabajo equivalente a la jornada laboral de dos o más personas, habituándose a hacer en un día las labores que normalmente precisarían dos o más jornadas. Si las circunstancias lo propician no dudarán en hacerse esclavas de su familia, por amor, por supuesto, por amor.
Con el paso del almanaque y el crecimiento de la familia llega un momento en que son incapaces de responder adecuadamente a todo lo que sus familias les demandan, a diario.
Se amargan porque saben que su incapacidad decepcionará de alguna forma a los seres queridos. Su excesivo sentido del orden y la responsabilidad les impide renunciar a mantener su hogar como siempre estuvo, aunque el esfuerzo que ello requiere las hace enfermar.
Comienzan a sentir la incomprensión de aquellos a quienes han entregado lo mejor de sí mismas durante los mejores años de sus vidas.
Los halagos los agradecen, pero su efecto es efímero. Los reproches, aunque velados, no las dejan dormir.
Se aterran al vislumbrar que acabarán sufriendo de alguna forma el desamor, y quizás el desprecio, de aquellos seres que más quieren en este mundo, que a la vez son quienes más les están decepcionando.
Por razones educacionales sienten injustificado pudor de confesar su agotamiento. Son incapaces de pedir auxilio con suficiente expresividad. El excesivo sentido de la dignidad, y el pudor, son dominantes inclusive respecto al propio y natural instinto de conservación.
Aunque a veces piden ayuda, tímidamente, generalmente lo hacen con tan pudoroso retraimiento que sus veladas súplicas no son captadas en toda su tremenda dimensión por los seres queridos que las rodean.
Jamás se quejan con la debida elocuencia. Consideran humillante, incluso indigno, la petición vehemente de socorro. Pueden preferir un final adelantado para sus vidas antes que gritar, “escandalosamente”, pidiendo auxilio.
La abuela esclava puede pertenecer a cualquier clase social, si ejerce de ama de casa con responsabilidad directa, y reúne las características psicológicas principales, entre las que cabe destacar el excesivo sentido del orden, la responsabilidad, la dignidad y el pudor.
La abuela esclava no siempre es mujer y tiene nietos. A veces es una mujer sin nietos pero con cargas equiparables.
Raramente algunos hombres excepcionales asumen la carga que no pueden llevar, por enfermedad u otras causas, las mujeres de su familia.
Diagnóstico:
Debe sospecharse el Síndrome de la Abuela Esclava en mujeres adultas, no ancianas (más frecuente entre los 48-68 años de edad), con responsabilidades directas de amas de casa, que reúnan las características personales intrínsecas antedichas y presenten síntomas que no curan adecuadamente.
Frente a ocultismo, sospecha:
Si el médico no sospecha el excesivo estrés familiar, porque es ignorado y/o negado por la paciente y su familia, la enfermedad puede pasar desapercibida por varias razones:
1. Los hijos creen que su madre sigue teniendo la misma fortaleza "de toda la vida": el médico es quien debe poner el tratamiento certero para que vuelva a ser la fortísima mujer que siempre ha sido.
2. La abuela no quiere decepcionar a sus hijos, "que tanto la necesitan". No quiere aceptar su deterioro físico-psíquico-emocional, irremediable aunque su aspecto externo siga siendo saludable y bello. Ella puede saber mejor que nadie lo que ocurre, pero lo oculta a sus hijos, y se auto inculpa: ella es la que voluntariamente ha optado por llevar la carga familiar y educar a sus hijos para que disfruten de otras actividades que a ella le fueron negadas.
3. La abuela teme que, si los hijos reaccionan "del todo a la nada", le digan: "No te preocupes abuela, te quitamos toda esta carga tan pesada. Quédate tranquilita. No te molestaremos con los nietos hasta el año que viene". Para este tipo de abuela, la drástica separación del gratificante contacto con sus nietos, que son lo que más les importa en este mundo, es peor que morir.
Indagar más que interrogar
Habitualmente la paciente suele negar, durante los primeros interrogatorios, que esté sometida a estrés por razones familiares, sobretodo en presencia de miembros del propio entorno familiar.
Si el interrogatorio se hace con suficiente habilidad, evitando planteamientos peyorativos o de culpabilidad respecto a la familia, la paciente suele reconocer que las cargas familiares la tienen agotada. A veces el asentimiento no es verbal sino emocional reactivo: lloran o se agitan cuando se les plantea abierta y directamente el tema, durante el interrogatorio.
Con frecuencia, tras haber negado reiteradamente sus íntimos sentimientos, llega un momento en que la paciente parece explosionar de sinceridad.
Violenta, agresivamente, da rienda suelta a múltiples acusaciones, hasta entonces reprimidas, contra los familiares más próximos: marido e hijos. Es un momento en el que sale a relucir la dualidad de sus sentimientos encontrados, paradójicos, contradictorios, humanos a fin de cuentas: amor y odio, reproches y agradecimiento.
Estas son algunas preguntas que a veces generan respuestas útiles para el diagnóstico:
“¿Cuántas personas tiene usted a su cargo?”
“¿Tiene convidados o huéspedes con cierta frecuencia?”
“¿Y los fines de semana?”
“¿Y las vacaciones de sus hijos?”
“¿Cómo lleva usted sus obligaciones domésticas?”
“¿No son algo excesivas para su edad y estado físico?”
Las quejas de la abuela:
Cuando la abuela esclava se sincera, con frecuencia utiliza alguna de las siguientes expresiones para referirse a sí misma, su situación y sus relaciones con los familiares más íntimos:
Estoy agotada.
Nadie me entiende.
Ya sé que soy yo misma la culpable.
No lo puedo remediar.
Les he acostumbrado muy mal.
Las piernas no me responden.
Y nadie lo quiere entender.
El médico dice que son nervios.
Pero no me proporciona nada efectivo para solucionar los nervios.
Me mandó un tranquilizante, que me deja todavía más agotada.
Ya no puedo tirar más de la vida.
Quiero descansar.
Evolución y pronóstico.
Si el síndrome no se detecta y persiste la situación de estrés, el cuadro se complica y la paciente es catalogada con todos los diagnósticos compatibles con sus múltiples manifestaciones: hipertensión arterial, diabetes, angina de pecho, taquicardia paroxística, arritmias de diferentes tipos, ansiedad, depresión, fibromialgia, neurosis, etc.
Los ingresos hospitalarios y las temporadas que las pacientes pasan fuera de sus domicilios habituales, liberadas de las cargas cotidianas, determinan mejorías espectaculares.
El retorno al medio familiar, reasumiendo las responsabilidades habituales, determina recaídas y agravación progresivas.
El síndrome hace crisis cuando la esclava no puede aguantar más el estrés al que se siente crónica e irremediablemente sometida.
Al llegar a ese punto la esclava pide ayuda de diversas formas, pero desafortunadamente sin la suficiente expresividad para transmitir a los familiares la intensa amargura y desesperación que la embargan.
Las jaquecas y bochornos se piensa que son propios de la edad o los nervios. Las caídas al suelo pueden interpretarse como lipotimias o histeria. Las descompensaciones de hipertensión o diabetes se atribuyen a transgresiones de la dieta o incumplimiento de los tratamientos. Las alusiones a posibles actos de autodestrucción son tan vagas e inconsistentes que todos creen que la abuela bromea o exagera.
El principal peligro del síndrome reside en que, en un efímero instante, fugaz, pero de consecuencias familiares imperecederas, la abuela puede optar por una solución rápida y definitiva para sus padecimientos. Si no encuentra otra salida podría decidirse por un suicidio pasivo o activo.
Aunque la incidencia del síndrome es muy alto cuando la paciente tiene a su cargo familiares con anomalías físicas o psicológicas, enfermedades crónicas o drogadicción, sin embargo en estos casos el suicidio es menos frecuente, mientras persistan esas circunstancias, porque el instinto de protección maternal suele predominar sobre el íntimo deseo de descanso propio.
La abuela esclava que decide liberarse por métodos drásticos, en general lo hace pensando que van a descansar tanto ella como sus familiares. Cree sinceramente que estos no se van a encontrar peor después de su falta, sino que se van a liberar a su vez de la pesada carga que ella misma supone.
El suicidio pasivo puede llevarse a cabo suspendiendo los medicamentos necesarios para controlar sus padecimientos asociados (insulina, vasodilatadores), o tomándolos en forma excesiva o inadecuada. Con frecuencia abandonan el régimen de vida y alimentación, desatendiendo las recomendaciones de los médicos que les tratan.
El suicidio activo suelen ejecutarlo mediante salto al vacío o tomando altas dosis de alcohol, drogas o tóxicos.
La posterior angustia de los familiares, atormentados por el doloroso recuerdo del final trágico, podría llegar a ser lo más penoso del síndrome.
Si alguno de los familiares más cercanos intuye la auténtica entidad del problema, y acierta a coordinar a los demás miembros de la familia para, entre todos, liberar a la abuela de cargas y responsabilidades excesivas para ella, el pronóstico es excelente.
Tratamiento:
Las pacientes inicialmente acuden a los médicos y servicios de urgencia, sin quedar casi nunca satisfechas de los tratamientos. Muchas, decepcionadas por la Medicina oficial, buscan remedio a sus males en curanderos, chamanes y adivinos. Algunos de estos, en ocasiones más observadores y sensatos que otros profesionales, captan la naturaleza y causas del problema (aunque empleando otras terminologías) y aciertan a orientar el tratamiento, generalmente envolviéndolo con un sutil aire de misterio que resulta bastante apropiado para las personas con sentido mágico de la vida. En todo caso, lo importante no es quien o cómo se sane a la paciente sino que la curación se consiga.
La curación o liberación definitiva se alcanza cuando se consigue el equilibrio entre los cometidos que deba realizar y la fortaleza de sus capacidades física y emocional en el momento presente.
Sentirse respetada es fundamental para mantener el equilibrio emocional. Si la abuela no capta la debida consideración y respeto de su prole dificilmente se le podrá convencer de que es estimada, y mucho menos querida, por los suyos.
La liberación de cargas familiares debe compatibilizarse con el mantenimiento de un contacto frecuente y afectuoso con toda la familia, especialmente con los miembros más jóvenes.
A veces es conveniente separar los encuentros familiares, dedicando días distintos a los diferentes hijos y correspondientes nietos. Las reuniones demasiado multitudinarias deben ser una excepción, no la regla, para mantener el deseable equilibrio familiar.
Si existe una enfermedad orgánica real asociada debe hacerse el régimen y reposo que el médico dictamine. En cambio cuando el agotamiento sea exclusivamente producto del sobreesfuerzo mantenido bastará con hacer vida normal, asumiendo actividades y responsabilidades normales, pero redistribuyendo los excedentes de tareas y obligaciones con los demás miembros del núcleo familiar.
Es fundamental conseguir un reparto equitativo de las tareas domésticas, para que la liberación de una abuela esclava no dé lugar a la esclavización de alguna de sus parientas.
El primer paso consiste en liberarle de las atribuciones de ama de casa capitana. Las obligaciones del capitán del barco llamado hogar familiar deben recaer en personal más joven, porque las responsabilidades cotidianas pesan más, en la vejez, que el propio trabajo. La abuela debe formar parte de la tripulación como grumete, no como capitán.
En la cocina la abuela puede ser pinche o consultora pero nunca jefe de cocina.
La abuela esclava no debe tener niños bajo su directa responsabilidad. Aunque el contacto con los nietos es muy gratificante, y deseable para mantener una adecuada calidad de vida, sin embargo se debe evitar que la abuela se considere responsable de sus cuidados y seguridad.
Son muchos los aspectos de la crianza de los nietos que abruman a la abuela: la higiene, las comidas, los horarios, la educación y buenas formas, las travesuras y actos inadecuados, y sobretodo los accidentes o incidentes que pueden resultar trágicos: fuego, lejía, tóxicos, caídas, motos, drogas, raptos, etc.
Los accidentes domésticos, tan frecuentes en la infancia, son motivo de una obsesiva preocupación para la abuela. Hay que reiterarle que ella no es la persona que debe poner y mantener las medidas de seguridad. Ni mucho menos se debe considerar responsable de ella. Otra u otras personas se harán explícitamente responsables de supervisar los medios preventivos en el hogar, sobretodo en relación con el fuego, la electricidad, los objetos peligrosos o tóxicos, las herramientas potencialmente lesivas, la protección de desniveles, ventanas, etc.

La ayuda psicológica está bien, pero es más importante ayudarle a subsanar aquellas carencias que la dejan en desventaja respecto a sus familiares. Su incapacidad expresiva suele estar ligada a la insuficiente formación escolar. La asistencia a escuelas de adultos, y la participación en actividades sociales, puede mejorar su elocuencia y capacidad de defensa y persuasión, adiestrándolas a argumentar, razonar, discutir e incluso convencer.
En resumen, la cancelación de funciones con responsabilidades, la asignación de tareas sencillas no comprometidas, y el mantenimiento de un gratificante, aunque discreto, contacto con la familia, son las claves para liberar definitivamente a nuestras sufridas abuelas esclavas.
¿Cómo surge el concepto de "abuela esclava"?
La descripción de este síndrome no es consecuencia de un estudio estadístico programado, sino el fruto de una síntesis o abstracción mental espontánea. Observé que un grupo de mujeres, de edad media-alta, especialmente refractarias a los tratamientos convencionales de sus dolencias, compartían una serie de características psicológicas y sociológicas conducentes a un estrés familiar excesivo, mal tolerado, sorprendentemente inconfesado por la paciente e inexplicablemente ignorado por su familia. Reduciendo el estrés durante unas semanas las pacientes curaron o mejoraron espectacularmente.
Me sorprendió no encontrar bibliografía médica ni de otra índole relacionando el estrés familiar de las abuelas con sus achaques. Tan solo hallé una referencia en Internet que se relacionase con el tema: un obispo español, en una carta pastoral veraniega, alecciona a sus feligreses para que se planifiquen las vacaciones de forma que no supongan una carga excesiva para las abuelas.
Pero lo más sorprendente fue cuando la hija agradecida de una abuela esclava "crónica y desahuciada", curada "espectacularmente" tras unas semanas de supresión del estrés familiar, me atribuyó poderes sobrenaturales, a pesar de haberle explicado la naturaleza terrenal del padecimiento estresante:
"Doctor, diga usted lo que diga, la verdad es que, con mi madre, ha hecho usted un milagro".
En aquel mismo instante fui consciente de que tenía la obligación profesional, moral y humana, de describir y divulgar el "Síndrome de la Abuela Esclava", un fenómeno tan común y tan incomprensiblemente "ignorado". Envié el original, con una carta extensa explicando la veracidad del síndrome y su interés humano, social y sanitario, a los principales editores españoles. Ninguno encontró adecuado el proyecto a sus perspectivas editoriales. La edición tuvo que realizarse a mi cargo.
Tras su publicación, "El Síndrome de la Abuela Esclava" encontró en los medios de comunicación social, y el público general, una extraordinaria acogida, con frecuencia entusiasta, pero también bastantes detractores. En el capítulo IV se hace referencia a estos.
¿Porqué no se ha descrito antes este síndrome?
Negación de la evidencia.
Sorprende grandemente que el síndrome de la abuela esclava, que casi todo el mundo admite conocer, haya permanecido incomprensiblemente ignorado durante muchos años por la sociedad. Los motivos que explican este paradójico desconocimiento "estadístico" de algo tan común y familiar son los siguientes:
1º- Los hijos creen que las abuelas siguen siendo "tan fuertes y sanas como siempre", y que las molestias o achaques inespecíficos que presentan se deben a cualquier otra causa, y no a la sobrecarga familiar: "Usted no sabe, doctor, lo fuerte y capaz que es mi madre cuando ella quiere...".
2º- Salvo confidencialmente a sus amigas más íntimas, y esporádicamente al médico y al confesor, la abuela esclava niega que la causa subyacente de sus males sea el exceso de carga familiar, por dos razones:
1ª Razón. Teme a la "reacción del todo a la nada": cree, muchas veces con acierto, que si a sus hijos se les habla de "sobrecarga de la abuela", van a reaccionar drásticamente, retirando en forma tajante sus visitas y las de los nietos. Algunos le dicen, "cariñosamente": "No te preocupes abuela, los nietos ya no te molestarán más hasta las próximas Navidades". La pérdida radical del gratificante contacto con sus nietos que, para este tipo de abuelas es lo más importante del mundo, es peor que morir.
2ª Razón. Por motivos sicológicos y educacionales, con excesivo sentido del pudor y la dignidad, esta abuela no sabe pedir socorro con suficiente expresividad. Espera que sus hijos intuyan o deduzcan por sí mismos lo evidente: ya no tiene tantas fuerzas como cuando era más joven y sana. La ingenua abuela se equivoca en sus expectativas. Los hijos no se dan cuenta de lo evidente: están ciegos, ciegos, cegatos. A veces es todavía más grave, porque no hay peor ciego que el que no quiere ver.
3º- Las amigas más íntimas, confidentes de la abuela esclava, conocen la naturaleza de su estrés familiar agotador, pero, con gran pesar por su parte, se ven obligadas a guardar lealmente el secreto exigido de las confesiones que le confía la abuela cuando se desahoga. En ocasiones deciden romper el secreto, intentando conseguir la comprensión de los hijos y, en definitiva, el bienestar de la abuela. Pero tan loable intento suele ser infructuoso: los hijos de la abuela esclava no creen a la intermediaria, y la tachan de chismosa y entrometida. La propia abuela reprocha a sus amigas que hayan roto el pacto de silencio, empeorando así el ambiente familiar. En definitiva, las bienintencionadas intermediarias corren el riesgo de perder la amistad con la familia enferma.
¿La ceguera hipermétrope frente al prójimo tendrá algo que ver?
Es posible que algunas abuelas esclavas lleguen a serlo porque sus hijos padecen en grado extremo un especial defecto óptico de la especie humana: la ceguera hipermétrope frente al prójimo.
Algunas personas, por razones aún no esclarecidas, desarrollamos una original ceguera hipermétrope, debido a la cual podemos observar con clarividencia lo que sufren los parias del mundo en la distancia, en otros continentes, pero somos incapaces de percibir el sufrimiento de algunos de nuestros más íntimos prójimos, nuestros vecinos, los compañeros del trabajo, a veces, quizás, de nuestras sufridas abuelas. Esta peculiar ceguera hipermétrope la describe genialmente D. Antonio Muñoz Molina en su artículo "Cerca, lejos" (El Semanal, 9/3/03, Pág.12): "Hay gente que se conmueve hasta las lágrimas por los sufrimientos de pueblos lejanos, o que está dispuesta a sacrificar su vida por el bien de la Humanidad, y sin embargo alberga una peculiar sequedad de corazón hacia los seres humanos con nombres y apellidos, los que están tan próximos que su cara y su presencia no pueden confundirse con una gran multitud abstracta. ... La vida humana concreta siempre se escribe con letra minúscula. Estas personas se embriagan de palabras que empiezan con severas mayúsculas, la Libertad, la Justicia, el Mañana, el Pueblo. Ven muy claro a lo lejos pero la vista se les vuelve borrosa cuando miran de cerca."

¿Asume la familia su responsabilidad

Si los familiares estuviesen alerta, fuesen sensibles y reaccionasen a tiempo el SÍNDROME DE LA ABUELA ESCLAVA no existiría.

Referencia original:
Dr. Antonio Guijarro Morales. El Síndrome de la Abuela Esclava (Pandemia del Siglo XXI). Grupo Editorial Universitario. Tfno: 34 958.800.580. Granada (España), octubre 2001

¿Dónde puedo conseguir el libro?

El libro “El Síndrome de la Abuela Esclava” puede encargarse, a través de su librero habitual, al Grupo Editorial Universitario: C. Ronda 202, bajo, 18003-Granada-España. Tfno 958.800.580. E-mail: geu@terra.es

Puede comprarlo directamente o solicitarlo a
Librería Científica Sixto Martínez S.L.
Av. de Madrid 14-16
18012 Granada España
Tlf.: 958 271323 - 958 200362 Fax. 958 203523
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Tambien puede adquirirse en algunas de las librerias de Hipercor – El Corte Inglés.

Si no pudiera obtenerlo con estas opciones, o reside usted fuera de España, lo puede conseguir a través de:

-PUVILL LIBROS
info@puvill.com


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CURRICULUM VITAE del AUTOR
El Dr. Antonio Guijarro Morales nació en Guadix (Granada) en 1,943. Doctor en Medicina y Cirugía por la Facultad de Medicina de Granada (1960-66), con la calificación de Sobresa¬liente y Premio Extraordina¬rio en la Licenciatura. Su Tesis Doctoral, "Diagnós¬ti¬co incruento de la Insufi¬cien¬cia Cardiaca incipien¬te", obtuvo la califica¬ción de "sobresa¬liente cum laude" y recibió el Premio de la Real Academia de Medicina.
Realizó estudios de Especialización en Cardiología y Respiratorio en el Hospital Clínico "San Carlos" de la Universi¬dad Complutense de Madrid (Prof. Zarco), donde fue Cardiólogo Residente y Jefe de Sección. Amplió estudios en los Hospitales Lariboisiè¬re de París y St. Bartholomew de Londres, con una Beca de la Sociedad Española de Cardiología.
Ha sido médico especia¬lista cardiólo¬go de la Seguridad Social, por oposición nacional, Profesor de la Escuela Profesional de Aparato Circulato¬rio de Granada (Prof. Peláez), Jefe en funciones del Servicio de Cardiolo¬gía (1986-1996), Profesor Asociado de la Facultad de Medicina de la Universidad de Granada y Jefe Clínico de Cardiolo¬gía del Hospital Clínico Universitario "S. Cecilio". Jubilado en marzo 2008.
Ha dirigido y partici¬pado en numerosos Cursos, Mesas Redondas, Congresos y Simposios de Cardiología, y publicado más de cien trabajos científicos en libros, monografías y presti¬giosas revistas médicas internacionales: Annals of Internal Medicine, Internatio¬nal Journal of Cardiology, Revista Española de Cardiología, La Nouvelle Presse Medicale, Medicina Clínica, Revista Clínica Española, Clínica Cardiovascu¬lar, Archivos del Instituto Nacional de Cardiología de México, Investigación Clínica, etc.
Entre sus contribuciones originales a la literatura médica destacan el Método Granada de adiestramiento en Auscultación Cardiaca (editado en video y CD), la descripción de soplos relacionados con los marcapasos artificiales, artefactos electrocardiográficos causantes de errores diagnósticos, diversos signos precoces de fallo cardiaco, etc.

Autor de varias páginas web de divulgación médica:
http://personales.jet.es/aguijarro/aus
http://perso.orange.es/antonioguijarrom/adq
Médico por vocación y profesión (jubilado en 2008), artista por afición y sensibilidad. Dibujante, pintor y fotógrafo, concatena su habilidad artesana con las más sofisticadas técnicas cibernéticas hasta conseguir bellos efectos de líneas y formas, color, tono y textura, en su personalísima Pintura Analógico-Digital.
Algunas de sus obras pueden visitarse en Internet:
http://personal.telefonica.terra.es/web/medicina/ultimas.html
Fue galardonado con el Premio Ciudad de Guadix 1993, otorgado por el Ayuntamiento de la ciudad accitana en reconocimiento de su contribución al engrandecimiento de su patria chica.