L@s que fueron a la cancha de Arsenal
de Sarandí y l@s que vimos por tv, nos encontramos con una CFK sin gestos
adustos, a pesar de que motivos no faltan para mostrarse enojada, indignada.
Sonrió hasta cundo lloró, a pesar de sus propósitos de no hacerlo.
“No llores, por favor”, dijo a más de
uno, presa de la desesperación.

“Nos han desorganizado la vida”
resumió, en cambio. Y todos entendimos de inmediato. Hasta pudo no agregar los
ejemplos de “los pesitos para las vacaciones o para la cuota del auto”.
E innovó, de nuevo, al ponerle cara y
nombre a los relatos. Ni “me contaron” ni “estuve con Cacho, que me dijo”. Unas
veinte personas fueron subiendo al escenario a medida que ella misma las
citaba. Unas veinte personas que la abrazaron emocionadas y, luego de dar sus
nombres, contaron cómo fueron alteradas sus vidas.
Y no nombró a nadie. No ensalzó ni
denostó. Sólo mostró, con esa frase, con ese ejemplo, su claridad de siempre.
Hace mucho que Cristina tiene millones
de enamorados y enamoradas, entre las que estoy. Se me ocurre que ayer, sola,
sencilla y elegante, parada en el medio de 50.000 personas, incorporó unos
cuantos miles más.
Sólo el resentimiento puede odiarla.
Sólo los necios pueden no reconocerla.
Aunque, íntimamente, sepan que con ella
siempre todo fue mejor.
Marcela Pastore
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