" Cuando uno sabe a dónde va nada puede interponerse entre su visión y su acción "



martes, 4 de octubre de 2016

l POR MITADES

Aquí vamos, cargadas de entusiasmo, las mujeres.
Rebosantes de satisfacción por ser parte del agregado de un nuevo eslabón a la cadena de la búsqueda de la igualdad que empezó hace tantos años.
Porque, en honor a la verdad y hablando sólo de logros cristalizados en este sentido, esto empezó con la conquista del voto femenino.
Aquello fue lograr (confieso que da un poco de vergüenza decirlo, con crudeza) que se nos considerara seres pensantes, con capacidad de decidir según nuestro propio entender.
Es que hasta 1947, cuando fue aprobado nuestro derecho a votar fuimos, legal y formalmente, ciudadanas de una categoría inferior a los varones.
Seferina del Carmen Rodríguez, salteña (“todavía no somos la mitad” se quejó en un reportaje en 2002) y Ester Mercedes Fadul, fueguina, fueron dos de las primeras 26 Diputadas Nacionales electas en 1952. El gran precedente. Vaya en ellas mi recuerdo a todas.
No tuvimos avances hasta 1991, en que se aprobó la Ley 24012, de “Cupo Femenino”. Ella estableció que el 33% de las bancas, en todos los niveles, fueran ocupadas por mujeres.                                                                           De todos modos esto fue tomado por muchas  como un hecho discriminatorio al fin: “¿por qué razón sólo un tercio y no la mitad?” fue una pregunta que no tuvo respuestas razonables.
Finalmente, le dimos una mirada positiva a la conquista: habíamos dado un paso importante y no dudábamos de que el tránsito no se acababa ese día.
Aprovechamos bien la oportunidad. Nos mostramos e hicimos ver con claridad que la desigualdad es absolutamente improcedente. Muchas mujeres brillaron en sus bancas y, una de ellas, saltó desde la suya a la Presidencia de la Nación sólo con su capacidad como arma.
Hoy estamos en la puerta del ansiado reparto por mitades. El premio al esfuerzo y a la persistencia está a punto de llegar. Será otro escalón en este largo recorrido en busca de la igualdad.
Pero no el final, espero.
Imagino el día en que ganen los y las mejores, sin cupos determinados, con la capacidad personal como único elemento que lo determine.                  
Entonces no importará si hay más varones o mujeres. Porque estará establecido, para siempre, que somos iguales.
4 de octubre

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Marcela Pastore

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