
El viernes
fui, por primera vez, a la casa de Pipi, una compañera que ofrece su esfuerzo
desde la debilidad: su barrio es muy carenciado, no hay lugar para el
esparcimiento de los niñ@s, y todas las condiciones, en general son precarias.
Sus ingresos casi nulos.
Pipi
tiene, sin embargo, una herramienta y la aprovecha para hacer el bien a los
otros. Sabe coser y enseña eso a las niñas del barrio.
No es un
caso aislado, el de Pipi. Es uno más de muchos.
Nosotros,
siguiendo con nuestras maneras, nada prometemos. Pero tomamos nota de todo y
aseguramos esfuerzo en la búsqueda de soluciones.
Esto de no
crear expectativas que sólo dan minutos de alegría, es nuestro modo. Lo
explicamos a la gente: entienden y nos creen.
Como con
Pipi, seguirá mi recorrida y la de mis compañeros. La necesidad no espera.
Marcela Pastore,
octubre de 2014.
Nota:
Si alguien tuviera una máquina de coser en desuso… Sería bienvenida.
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