" Cuando uno sabe a dónde va nada puede interponerse entre su visión y su acción "



lunes, 22 de septiembre de 2014

23 de septiembre Día Internacional contra la Explotación

 En enero de 1999, en Bangladesh, en una conferencia mundial que se llamó "Organizándonos contra la explotación sexual  regional y global”, se instauró la creación de El Día Internacional contra la Explotación Sexual y el Tráfico de Mujeres, Niñas y Niños. Se dispuso que fuera el 23 de septiembre en honor a una fecha argentina: ese día, de 1913, se promulgó la ley 9.143, la primera norma legal en el mundo contra la prostitución infantil”. Se conoció como la “Ley Palacios”, por ser Alfredo Palacios su autor.
Hubo 400 delegadas, de los 5 Continentes, que se reunieron para forjar entendimientos y criterios comunes para, luego desarrollar las estrategias.
Es bien reciente, el acontecimiento. No ha habido mejoras visiblemente alentadoras. Por el contrario, parecería que consumir seres humanos es una práctica creciente, socialmente aceptada, donde la preocupación no es la situación de las víctimas, sino que estas no ocupen los espacios reservados a las personas “normales”.

La mujer traficada es una víctima múltiple: lo es de los traficantes, de los clientes, de sus circunstancias y de la invisibilidad y exclusión a que la somete la sociedad.

Es preciso multiplicar la agudeza del ingenio. Es necesario  redoblar los esfuerzos. Hacen falta más decisiones políticas, para que la efeméride no transcurra, año tras año, como una mera recordación de una institución esperanzadora. Quienes establecieron la fecha pensaron en otra cosa.

M. Pastore, 23/9/14
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martes, 16 de septiembre de 2014

¿UN MILAGRO?

No es difícil como para que no se entienda. Creo, a riesgo de parecer intolerante de ideas distintas a las mías, que quien sea honesto,buena gente, sensible,  no puede oponerse a la distribución “un poco más justa” de las riquezas. 
 
Sucede que hay mala gente, insensible, que quiere enriquecerse sin límites. Que no acepta dar algo a los que tienen menos, ni siquiera la oportunidad de insertarse en el sistema.
 
Leo que Bill Gates, uno de los dos hombres más ricos de los Estados Unidos, acaba de donar el 99% de su fortuna.
Quizás no tenemos millonarios de esa talla, pero hay muchos argentinos muy ricos que podrían ceder algo a los que no tienen nada.
No hacerlo califica de muchas maneras que no pasan por la mezquindad. Es algo ideológico. Los pobres, para ellos, antes son negros, son el aluvión, son “cabezas”, son chorros, indeseables.
Pero ningún calificativo los conmueve. Si hasta parecería que los honra ser gorilas. Se ufanan de discriminar.
 
Habrá que profundizar en las obligaciones que el Estado tiene como tal, entonces, ya que es de su responsabilidad que los habitantes tengan un mínimo indispensable de bienestar.
Deberá aplicar más retenciones e impuestos a las actividades económicas para subsidiar a quienes lo necesiten. Tendrá que promover más leyes protectoras de los pobres.
 
Todo sería más sencillo, más amable, si la generosidad brotara, como por encanto, de los ricos. Pero, como dije, no creo que ocurra ese milagro ni en que el odio se transforme en amor, mágicamente.
 
Marcela Pastore , Septiembre 2014

martes, 2 de septiembre de 2014

Cali, Colombia

Llegué con la sospecha de que lo que viviría en esos pocos días dejaría una marca imborrable. “Sobrevivientes a la trata” era un título que advertía que no asistía a un encuentro de “camaradería”, precisamente. En efecto, no fue una reunión social. 
Escuchar a quienes estuvieron y volvieron despierta admiración y asombro. Cuesta creer que ahí están, con toda la integridad posible.
Ahora lideran organizaciones que van contra la trata. Han conseguido seguir, de todos modos. No permitirán que lo sufrido haya sido en vano.
No se victimizan. Por el contrario, muestran pudor a la hora de contar sus historias.
Sostienen que para “sobrevivir” a lo que les pasó debieron, primero, reconocerlo. Fue difícil, duro, doloroso, inaceptable.
Conseguido esto, juzgaron necesario participar en la lucha contra las estructuras de la trata de personas.
Para mí fue una nueva fuente de aprendizaje. No fueron los claustros de la Universidad ni la disciplina formal del trabajo ni los cursos tomados.
Fue la experiencia misma vista y escuchada “en vivo”. Recibir, de los relatos, la admirable conclusión de que “lo que le pasa a otro me pasa a mí”, es de una grandeza inédita. Porque lo que pasó esta gente justificaría “abandonar” y, sin embargo, allí van, al frente y con las cosas claras.
Marcela Loaysa es una colombiana que sintetizó en una frase su condición de mujer sobreviviente de la trata: “tengo el tatuaje del dolor en el alma”. Hay que entender el alcance de la figura: ¿cómo grabar sobre algo intangible como el espíritu? Lo hicieron, sin embargo.
Marcela se sobrepuso. Convive con lo que supone que la acompañará siempre, pero va con la bandera de la Fundación que lleva su nombre y que organizó el Encuentro Internacional.
La estadística desanima: sólo el 5% de los casos de trata de personas, es resuelto. La inmensa mayoría de las víctimas son mujeres, pero el rango de los adolescentes y los niños crece para alimentar a una deformación: el “turismo sexual”.
Es indudable que los tratantes se mueven con comodidad con dos aliados imprescindibles: la pobreza y la desigualdad (en el trato y en las oportunidades).
Se puede pelear contra ambos, pero hay que saber que no hay muchos interesados en que la victoria llegue. Los ricos necesitan de los pobres. Para que haya riqueza debe haber pobreza. Al menos en el sistema capitalista en el que estamos y en el que, según parece, seguiremos estando.
Aceptando esto, puede aspirarse a una distribución más equitativa de los bienes. A que los inmensamente ricos se conformen con ser sólo ricos para que los inmensamente pobres pasen a ser sólo carenciados. A que el Estado haga su tarea, en este sentido, aplicando impuestos, retenciones, etc. A que todos comprendamos, definitivamente, que nuestra participación es indispensable, en la actuación directa o en el apoyo convencido.
Marcela Pastore, 2/914