" Cuando uno sabe a dónde va nada puede interponerse entre su visión y su acción "



martes, 30 de abril de 2013

El trabajo es dignidad

Me gustaría que no fuera nada más que feriado. Que celebremos y agradezcamos. Pero que pensemos también en todas y todos los trabajadores que hoy están desocupados.
 Que estemos cerca de ellos como nunca. Que nos sientan compañeros como siempre.
No quiero quedarme en la declamación. Hace tiempo que pasé el límite de los buenos deseos. Desde el lugar en que me haya tocado estar, desde el que estoy, no perdí ni pierdo de vista lo necesario.
Busco oportunidades de trabajo. Mi convicción peronista es firme: el trabajo es dignidad.

MARCELA PASTORE

miércoles, 10 de abril de 2013

Como hacerte saber que siempre hay tiempo

Cómo hacerte saber que siempre hay tiempo?...

Que uno solo tiene que buscarlo y dárselo.

Que nadie establece normas salvo la vida.

Que la vida sin ciertas normas pierde forma.

Que la forma no se pierde con abrirnos.

Que abrirnos no es amar indiscriminadamente.

Que no está prohibido amar.

Que también se puede odiar.

Cómo hacerte saber que nadie establece normas salvo la vida!...

Que el odio y el amor son afectos.

Que la agresión porque sí, hiere mucho.

Que las heridas se cierran.

Que las puertas no deben cerrarse.

Que la mayor puerta es el afecto.

Que los afectos nos definen.

Que definirse no es remar contra la corriente.

Que no cuanto más fuerte se hace el trazo más se dibuja.

Que buscar un equilibrio no implica ser tibio.

Que negar palabras implica abrir distancias.

Que encontrarse es muy hermoso.

Que el sexo forma parte de lo hermoso de la vida.

Que la vida parte del sexo.

Que el porqué de los niños tiene un por qué.

Que querer saber de alguien no sólo es curiosidad.

Que querer saber todo de todos es curiosidad malsana.

Que nunca está de más agradecer.

Que la autodeterminación no es hacer las cosas solo.

Que nadie quiere estar solo.

Que para no estar solo hay que dar.

Que para dar debimos recibir antes.

Que para que nos den también hay que saber cómo pedir.

Que saber pedir no es regalarse.

Que regalarse es, en definitiva, no quererse.

Que para que nos quieran debemos mostrar quiénes somos.

Que para que alguien sea hay que ayudarlo.

Que ayudar es poder alentar y apoyar.

Que adular no es ayudar.

Que adular es tan pernicioso como dar vuelta la cara.

Que las cosas cara a cara son honestas.

Que nadie es honesto porque no roba.

Que el que roba no es ladrón por placer.

Que cuando no hay placer en hacer las cosas, no se está viviendo.

Que para sentir la vida no hay que olvidarse que existe la muerte.

Que se puede estar muerto en vida.

Que se siente con el cuerpo y la mente.

Que con los oídos se escucha.

Que cuesta ser sensible y no herirse.

Que herirse no es desangrarse.

Que para no ser heridos levantamos muros.

Que quien siembra muros no recoge nada.

Que casi todos somos albañiles de muros.

Que sería mucho mejor construir puentes.

Que sobre ellos se va a la otra orilla y también se vuelve.

Que volver no implica retroceder.

Que retroceder puede ser también avanzar.

Que no por mucho avanzar se amanece más cerca del sol.

¡Cómo hacerte saber... que nadie establece normas, salvo la vida!...

Mario BenedettI

sábado, 6 de abril de 2013

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MARCELA PASTORE

Lluvia de jóvenes!

Hace 40 años, ser joven era peligroso. Los retazos de la democracia de Isabel y López Rega y la barbarie que le sucedió, juzgaban sospechosos a los jóvenes por el sólo hecho de serlo. Los mejores años, los de la despreocupación, la libertad, la creatividad, fueron atravesados por el miedo.
Pasada la pesadilla, como secuela de la pavura, las juventudes crecieron guiados hacia la frivolidad. Ni pensar en compromisos. Auriculares con el volumen alto, poca profundidad de pensamiento, cero rebeldía. Muchos criticaron a aquellos chicos-as por superficiales y vacíos, sin analizar que fueron el producto del miedo de sus padres.
Con la generación siguiente volvió, de otras maneras, la desobediencia, la búsqueda. Hijos e hijas  de padres y madres ocupados, accedieron abruptamente al manejo de su propia libertad. Lo hicieron como pudieron.
Los adultos tenemos la deformación de querer transmitir nuestras experiencias a los jóvenes. Equivocados, lo hacemos convencidos de que va a servirles saber de nuestros yerros. Persuadidos de que evitaremos sus tropiezos, nos molestamos si no quieren escucharnos.
 
Sin embargo, solos, sin pedir consejos, sin recomendaciones de sus mayores ni exhortaciones de nadie, brillan (sin querer hacerlo) cuando la vida los llama a mostrar lo mejor de la condición humana: la solidaridad.
Los platenses vemos en estos días a miles de chicos y chicas adolescentes demostrar toda su madurez en la emergencia. Toda su alegre seriedad para ayudar. Toda su disciplina, su responsabilidad, para abrazar al que sufre.
Yo los vi. Vi a mis hijos y a sus amigos con ellos. Vi a los hijos de mis amigos y vecinos. Yo los escuché decir “qué hay que hacer”. Los vi hacer eternos “pasamanos” durante horas.
Es posible que tenga que ocurrir una tragedia para que comprobemos que nuestros jóvenes son extraordinarios. Pero no más de una.
Cuando este desastre sea superado, cuando este mal sueño se termine, no olvidemos que nuestros hijos, nuestros jóvenes, son todo lo valiosos que han demostrado en la emergencia. Que son buena gente, sensible, protectora.
Fijemos de una vez, y para siempre, que la juventud de ninguna manera está “perdida”. Todo lo contrario: ha expuesto una ubicuidad que no es frecuente en los que somos grandes.
Marcela Pastore, 6 de abril de 2013